Un estudio de la Universidad de Yale realizado en 2019, ubicó a México como el primer consumidor de refrescos en el mundo, con un promedio de 163 litros por persona al año, que significa 40 % más que Estados Unidos, quien ocupó el segundo lugar con 118 litros.

Estos no son los únicos datos que prenden alertas, y es que en 2020, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reportó que en promedio, una familia mexicana destina 10% de sus ingresos totales a la compra de refrescos, 24% a otros alimentos y bebidas, y 66% a vivienda, educación y vestimenta, entre otros.

Además, se ha comprobado que siete de cada 10 niños en comunidades rurales desayunan con refresco.

También las investigaciones han comprobado que las ingestas elevadas de refrescos y bebidas de frutas con azúcar y agua, implican un 61 % más de riesgo de sufrir daños en el riñón.

El refresco altera el metabolismo de electrolitos y el pH en nuestro cuerpo, aumenta la glucosa en sangre. Puede causar la formación de cálculos (piedras) en el riñón, además lo daña directa e indirectamente al aumentar la glucosa y ser acusante de diabetes mellitus.

Muchas personas por tomar refresco dejan de tomar agua. Hay que recordar que el riñón necesita eliminar las sustancias tóxicas a través de la formación de orina. Cuando hay falta de líquidos en el organismo el riñón debe trabajar más para concentrar más la orina. La orina muy concentrada puede iniciar la formación de cálculos en el riñón.

Además, se generan otras enfermedades, asociadas a la ingesta de tomar refrescos, como la diabetes y la hipertensión.


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